Se armó la de San Quintín: la épica victoria de los Tercios que cambió Europa
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🔥 Se armó la de San Quintín: la épica victoria de los Tercios que cambió Europa
La batalla que marcó el inicio del reinado de Felipe II
En el marco de las Guerras Italianas, donde Francia y el Imperio Español disputaban el control del continente, se libró en 1557 una de las batallas más decisivas de la historia europea: la Batalla de San Quintín. Este enfrentamiento consagró el poderío de los Tercios Españoles y consolidó a Felipe II como gran estratega y defensor del Imperio.
El conflicto: una Europa dividida y un papa traicionero
Cuando Felipe II accedió al trono en 1556, heredó un imperio plagado de amenazas: turcos en el Mediterráneo, protestantes en Flandes, Inglaterra en tensión y Francia como enemigo principal, aliada con un inesperado actor: el Papa Paulo IV. Este, declarado enemigo de España, firmó una alianza secreta con Enrique II de Francia y alentó la invasión del sur italiano.
El duque de Guisa, al frente del ejército francés, penetró en el Reino de Nápoles. Sin embargo, el movimiento fue repelido por el legendario duque de Alba, quien contraatacó sin piedad en los Estados Pontificios. La derrota forzó al Papa a firmar la paz, no sin antes excomulgar al propio Felipe II. Aún así, el Rey Prudente no se amilanó: era hora de pasar a la ofensiva.
El plan maestro de Felipe II: atacar el corazón de Francia
Felipe II ordenó la movilización de un ejército multinacional de 42.000 soldados desde Flandes hacia Francia. A cargo del mando estaba Manuel Filiberto, duque de Saboya. Este ejército incluía españoles, ingleses, flamencos, borgoñones, saboyanos, húngaros, italianos y alemanes, siendo estos últimos mayoría.
El rey instaló su cuartel en Cambrai, donde, según narra Esparza (2017), recibió una carta de Nostradamus con su horóscopo... que rompió sin leer. Prefería confiar en Dios y en sus Temidos Tercios.
Estrategia y engaño: la maniobra de San Quintín
El duque de Saboya simuló una invasión por la región de Champaña. El engaño funcionó, y las tropas francesas se movilizaron en dirección opuesta. Mientras tanto, San Quintín, ciudad estratégica al norte de Francia, fue sitiada por los imperiales.
Ante esta situación, el rey francés envió un potente ejército liderado por el condestable Anne de Montmorency, veterano de la batalla de Pavía y deseoso de venganza. El francés, confiado por su posición entre el río Somme y un bosque, creyó tener la victoria asegurada.
Pero subestimó la astucia de su enemigo.
El choque decisivo: la gloria de los Tercios
Montmorency cometió el error fatal de forzar un ataque frontal. Ordenó cruzar el Somme por un estrecho puente, mientras su retaguardia se encontraba aún en el bosque. Pero los imperiales ya habían cruzado el río, y lanzaron un ataque fulminante.
Los arcabuceros españoles masacraron a los 6.000 franceses que cruzaban en desorden, muchos atascados por el barro en barcazas lentas y torpes. Mientras tanto, la caballería de Egmont flanqueó la izquierda francesa y sembró el caos. El ejército francés se desmoronó.
Montmorency, en shock, intentó resistir, pero fue capturado en combate por el valiente soldado español Don Pedro Merino de Sedano, quien lo entregó a Filiberto. El resto fue una auténtica carnicería: más de 10.000 franceses muertos y 8.000 capturados frente a apenas 1.000 bajas imperiales.
San Quintín cayó definitivamente el 27 de agosto de 1557, tras un asalto brutal en el que incluso fue hecho prisionero el almirante Gaspar de Coligny. Aun así, Felipe II, fiel a su sobrenombre de El Prudente, decidió no marchar sobre París.
Consecuencias: El Escorial y la hegemonía española
Esta victoria marcó el inicio del reinado de Felipe II por todo lo alto. Para conmemorarla, el rey mandó construir el majestuoso Monasterio de El Escorial, en honor a San Lorenzo, pues la batalla se libró en su día.
Francia, humillada, se retiró de Italia y no aprendió la lección: fue aplastada nuevamente en Gravelinas (1558). Todo esto culminó con la firma de la Paz de Cateau-Cambrésis (1559), que selló la supremacía militar, política y religiosa del Imperio Español en Europa.
Felipe II pudo haber tomado París, pero quizás, como diría años más tarde Enrique IV, "París bien valía una misa"... o tal vez, en este caso, bien valía no arriesgar el equilibrio que ya favorecía a España.