El morrión: el yelmo del Imperio

El morrión: el yelmo del Imperio

El morrión: el yelmo del Imperio

Pocas siluetas han evocado tanto la imagen del soldado de los Tercios españoles como la del morrión, ese casco de cresta elevada y ala ancha que, durante los siglos XVI y XVII, se convirtió en emblema de una época: la del Imperio español y sus guerras en Europa y el Nuevo Mundo.

Origen y evolución

Aunque su fama está ligada a España, el morrión tuvo su origen en Italia, concretamente en las armadurías del norte, hacia mediados del siglo XVI. De allí se extendió rápidamente por toda Europa. Los maestros armeros italianos —Milán, Brescia o Mantua— desarrollaron este casco como una evolución práctica del capacete y del yelmo cerrado, buscando una protección más ligera y funcional para los soldados de infantería. El morrión era más funcional ya que permitía al soldado una mejor visión (dejaba la cara al descubierto) mientras quedaba protegido.

Los armeros españoles adoptaron y perfeccionaron el diseño, adaptándolo al estilo y necesidades de los Tercios. Así, el morrión “español” se convirtió en una pieza inconfundible: calado profundo, cresta pronunciada, visera casi inexistente y alas vueltas ligeramente hacia arriba, capaces de desviar golpes de sable y proteger del sol o la lluvia, por ejemplo.

Funcionalidad y simbolismo

El morrión ofrecía ventajas significativas respecto a sus predecesores. Era más ligero y ventilado que el yelmo cerrado medieval, lo que resultaba vital para los soldados de los Tercios, que combatían en largas campañas a pie y bajo climas diversos. Su diseño abierto permitía mejor visión y audición, sin renunciar a una sólida protección frente a golpes descendentes o diversos proyectiles.

Además de su utilidad, el morrión adquirió pronto un valor simbólico. Representaba al infante español —orgulloso, resistente y disciplinado—, figura clave de la hegemonía militar de la Monarquía Hispánica. Su silueta coronó las cabezas de soldados en Flandes, Italia, África o América, acompañando a conquistadores, piqueros, arcabuceros...

Fabricación y variantes

La elaboración del morrión requería gran destreza metalúrgica. Se forjaba en una sola pieza de hierro o acero, a menudo reforzada con una cresta central remachada y decorada, a veces con grabados. Los ejemplares de oficiales o cabos lucían a veces bordes dorados, penachos o emblemas grabados, mientras que los soldados comunes portaban versiones más sencillas, ennegrecidas o pavonadas para evitar reflejos.

Entre las variantes regionales, destacamos, por ejemplo, el morrión borgoñón, más bajo y redondeado, o el morrión “a la española”, alto y elegante, que se convirtió en modelo exportado y copiado en toda Europa. No dejan de ser variantes del casco italiano, pero más comunes o conocidas.

El ocaso del morrión

Sin embargo, a medida que la pólvora y las armas de fuego dominaron el campo de batalla, el morrión fue cediendo su lugar a cascos más cerrados o a simples gorros de fieltro reforzado.

A pesar de ello, su imagen perduró como símbolo del Siglo de Oro español. Hoy, el morrión sigue siendo un icono visual de la España imperial, testimonio de un tiempo en que los Tercios eran el terror de Europa y el estandarte de la Monarquía Hispánica ondeaba en todos los frentes.

 

Fuentes sugeridas

Parker, G., El ejército de Flandes y el camino español, Alianza Editorial.

Osprey Publishing, The Spanish Tercios 1536–1704.

Museo del Ejército (Toledo), colección de armaduras renacentistas.

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